Anitalia Pijachi es lideresa del pueblo indígena Okaina, en Colombia. Lucha cada día para defender los derechos de su pueblo, su tierra y su libertad.
En América Latina y Caribe existen más de 23 millones de mujeres indígenas que, además de la desigualdad que viven por ser indígenas, sufren en mayor medida abandono escolar, explotación laboral, desplazamiento forzoso o criminalización.
A la dureza de ser una desplazada o una refugiada, se une la discriminación de género y la amenaza de sufrir abusos sexuales o maltrato físico o psicológico. Ni siquiera su estancia en los campos de refugiados las protege de la violencia ni garantiza el reconocimiento de sus derechos.
Pero la capacidad para salir adelante de las MUJERES es uno de sus signos distintivos. Leila e Yrian son un ejemplo de ello. Leila trabaja como profesora en el campo de refugiados de Mabán, Sudán del Sur, en el que estamos presentes junto al Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). Su objetivo es que sus alumnos y alumnas se formen, conozcan sus derechos y construyan la paz.
Yrian tuvo que huir de Venezuela porque la situación era tan difícil que no tenía nada con lo que alimentar a su familia. Dejó a sus 5 hijos y salió en busca de una vida mejor en Brasil que le permitiera darles un futuro. A pesar de la dureza de lo que ha vivido, no se rinde y, con el apoyo del centro de acogida Casa Dom Luciano de Fe y Alegría (FyA) Brasil lucha para encontrar trabajo y poder traer a sus hijos a Sao Paulo.
Detrás de cada dato demoledor, hay MUJERES que no se rinden y siguen trabajando, esforzándose para transformar esta realidad desde distintas partes del mundo.
MUJERES como Nur en Chad, o Divine en la República Democrática del Congo, apuestan por su formación y, gracias a nuestro socio local, el Servicio Jesuita a Refugiados, pueden cambiar su realidad y la de otras MUJERES y NIÑAS de sus comunidades.
Alejandra es estudiante de Fe y Alegría Nicaragua y ha decidido estudiar mecánica, a pesar de los prejuicios y las dificultades que le supone. Cree que “ las MUJERES sí podemos, que podemos trabajar las mismas cosas que los hombres”. Y Texia Zambrano quiere ser soldadora de barcos, por eso, su decisión de apuntarse al curso de soldadura fue firme pese a las dificultades que tenía en casa y a ser la única mujer en su clase. Está convencida de que la educación le abrirá las puertas para poder elegir la vida que desea.
A través de nuestros programas de formación técnica, facilitamos la apropiación de competencias y habilidades para la vida de las niñas, adolescentes y mujeres, su inserción en el mundo laboral y su autonomía económica.
Irene es parte de la Red Solidaria de Jóvenes de Entreculturas desde hace 4 años porque quiere cambiar las realidades injustas que ve a su alrededor y está convencida de que ella es clave en esta transformación.
Mª José es profesora y acompaña a un grupo de jóvenes de la Red Solidaria porque cree que son el motor de cambio de esta sociedad. A través de la red, definen su agenda solidaria, priorizan las temáticas que quieren tratar e inciden en la sociedad donde viven, en sus Ayuntamientos y las asociaciones locales, para generar un entorno más justo e igualitario.
La labor educativa que realizamos en ciudadanía global incluye la coeducación y la temática de género, impulsando proyectos de participación juvenil que conectan a grupos de jóvenes de todo el mundo para trabajar sobre su papel en la consolidación de sociedades más justas e igualitarias.
Juana y Micheline son dos mujeres que, a pesar de tener vidas muy diferentes, trabajan cada día defendiendo el derecho a la educación. Juana, lucha para que sus hijas permanezcan en la escuela y puedan tener un futuro mejor. Micheline dedica su vida a luchar contra el analfabetismo que existe en su país, haciendo posible que muchas mujeres y niñas aprendan a través de la radio.
Las mujeres representan dos tercios de los 875 millones de adultos que carecen de conocimientos básicos de alfabetización.
En muchos países el acceso a la educación de las mujeres y las niñas es mucho más difícil: la pobreza, el aislamiento geográfico, la pertenencia a una minoría, la discapacidad, el matrimonio y el embarazo precoces, la violencia de género y los roles asignados tradicionalmente a las mujeres suponen una gran barrera para su formación.
La brecha salarial de género a nivel mundial es del 23% y la tasa de actividad de las MUJERES es del 47,6%, frente al 74,7% de los hombres.
Manuela, Sebastiana y María son tres MUJERES emprendedoras socias de Xapontic, una empresa de economía social y solidaria con la que trabajamos en Chiapas, México. Elaboran y venden jabones artesanales contribuyendo así al desarrollo de su familia, su comunidad y su país.
Como ellas, son muchas las mujeres a las que acompañamos para que se formen y emprendan sus propios negocios a través de los programas de formación técnica que llevamos a cabo con Fe y Alegría y JRS en países como Bolivia, Ecuador, Perú, Chad, Uganda o Sudáfrica.
El cambio climático y los conflictos afectan en mayor proporción a las mujeres. Las mujeres empobrecidas de las zonas rurales que dependen de los recursos de uso común resultan especialmente afectadas cuando éstos se agotan. Además, es 14 veces más probable que las mujeres y las niñas fallezcan durante un desastre natural que los hombres.
Yesenia ha decidido firmemente defender el Medio Ambiente y por eso se ha hecho guardiana ambiental en su colegio Fe y Alegría La Merced, con el que trabajamos en El Salvador. Junto a sus compañeros se ocupa de gestionar un huerto ecológico, de dar formación a los más pequeños y de realizar guías turísticas por la zona para concienciar a la comunidad.
La voz de las MUJERES en los espacios de toma de decisiones está lejos de ser paritaria: en parlamentos, congresos y cámaras legislativas, sólo 1 de cada 5 representantes es una mujer.
Judith es chadiana y fue la única MUJER de su comunidad que pudo acceder a secundaria. Gracias a ello ha podido elegir en su vida. Varias veces al año, imparte junto a Entreculturas talleres a madres y jóvenes venidas de diversos lugares de la región de Guéra (al sur de Chad), sobre la importancia de la educación de las NIÑAS y de las MUJERES y sobre tradiciones culturales fuertemente arraigadas, como el matrimonio precoz o la mutilación genital femenina. Una práctica que afecta al 90% de las MUJERES en la región y a más de 200 millones de MUJERES y NIÑAS en todo el mundo.
Ángela, decidió compartir un año de su vida en Guatemala como voluntaria VOLPA, en un pequeño poblado llamado Santa María Chiquimula, apoyando en un proyecto de salud para la comunidad, que es mayoritariamente indígena y está empobrecida y marginada socialmente por baja alfabetización.
El programa VOLPA que promovemos desde Entreculturas, quiere generar la transformación de actitudes sociales y culturales que perpetúan las desigualdades humanas a través de la participación solidaria a través del voluntariado.
En Entreculturas apostamos por el desarrollo de las MUJERES promoviendo su acceso a una educación de calidad; facilitando su formación profesional para que opten a un trabajo digno; fomentando su participación la toma de decisiones comunitarias; defendiendo su derecho a la tierra; trabajando en la prevención y atención de NIÑAS y MUJERES víctimas de violencia y de desplazamiento forzoso; y promocionando una ciudadanía global que fomente la igualdad de oportunidades entre hombres y MUJERES.
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